siembra en el indecente la agresividad del frustrado,
de quien cree que las metas las puede lograr con cualquier arma,
con la más zafia de las armas, la agresión.
No debería tener rédito el terror, el atemorizar,
el atenazar la corriente de opinión discrepante,
amordazar al ser pensante que elige pensar diferente,
que decide tener pensamientos libres.
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