Son de frío mármol las pesadillas del amanecer.
La pólvora del próximo, del que dispara plomo con furia a un palmo de mi corazón.
Soy guerra que se libra con verbos, con verbos de fatídico dolor.
Narro las heridas, para no repetir tropiezos.
Repito tropiezos y sobre la cerrada cicatriz otra herida vuelvo a narrar.
No me invade la ira, ni me empapa el desconsuelo.
Sólo aguanto caído el segundo que dura el traspiés.
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