Tenía ganas de que vinieras.
Ganas de que volvieras a demandar mi aroma.
Ganas de sentir que tarde o temprano me necesitarías.
Ganas de probar que mi boca no tenía rival.
Tenía tantas ganas, que nublaba tu tardanza el disfrute de mi soledad.
Tenía tantas ganas, que al fin has vuelto.
Y has vuelto con ansias a pedirme un beso.
Y yo sintiendo un sublime placer, te he dicho que no.
El no, es como la venganza, un plato lento, un plato que se hace esperar.
El no, es frío, postre helado que con discreta soberbia se debe ofrendar.
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