Lento es el color salvaje, el acerado filo que en rojo desangra.
Todo se escapa lamiendo, rozando de seda los escarpados márgenes.
Herir es tan fácil, tan gratuito, tan miserable.
Santos que se encaraman a la peana del asesinado.
Próceres que dejan de existir en el instante en el que defenestran a Dios.
Pizarrosos cantos rodados que hacen estéril el aluvión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario