Suaviza mis penas el sol que nace, el celeste agapanto, el llanto del águila.
Me atrae la tierra con fuerza de plomo.
Vasallo inmisericorde que solo en la adversidad, busca cambiar de Reina.
Dulcísima modestia, que lejos habitas.
Herido de soberbia afrento tropeles y me desgasto y me vuelvo romo, de tanto segar cizaña.
Ciega es la borrasca del imprudente, su cólera pueril que infecta infantes.
La diligencia es mi oficio, el oficio que riega mi hambre.
Obráis con tan poca fineza, que quemáis el monte con vuestra basteza.
Vivo muriendo, para evitar las desgracias de lo venidero.
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