sábado, 8 de julio de 2017
Cesáreo Bellosol
Cesáreo Bellosol nació protegido, pero no mimado. La soledad es la madre del rendimiento intelectual, en los cuartos altos del almacén de sus padres solía jugar con sus amenazados juguetes, solía leer e imaginar, solía divagar sobre las lecciones de arte, literatura o filosofía de Don Porfirio. Rendían más las clases en el despacho de la casa del excéntrico profesor, cada alumno en su hora o hora y media de clase recibía toda la atención de aquel maestro de todo, empático y suspicaz, que sabía dar con la clave del interés hasta de los muchachos más díscolos y despistados.
Bellosol veía el mundo con las claves de Don Porfirio, veía los edificios con las claves de estilo y veía a través de las ménsulas, rocallas, dinteles, o jambas, el cifrado poder de quien habitaba aquella casa. Bellosol veía más allá de la carcasa y superficie de las cosas y se sumergía en la profundidad de las aguas de una sociedad aparentemente somera.
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