No hay nada más contaminante, que la profanación del silencio por parte de las palabras mezquinas.
Banderas de polución que incendiarias ondean en el aire.
Hiere la claridad las arteras mañas del arrebatado de infierno.
Sin suavidad y sin dulzura labra el arador de la sarna.
Pupilo de Belcebú, que se nutre regando aflicciones.
En los márgenes del camino del prudente, se embosca la envidia del criminal.
Sonreír en la desdicha al malhechor ofende.
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