Los robles, heridos de agosto, agotados por el calor amarillean.
Sol de septiembre que empiezas cobrándote piezas.
Peones que en los márgenes esperaban el invierno.
Las parras pierden sus hojas y las avispas liban su fruto.
Vuelve el frío, vuelve sigiloso, hiriendo discretamente con su caducidad.
Ciclos de una partida eterna, que la vida siempre pierde.
Nadie se desespera ante las irremisibles jugadas.
El la lógica del tablero, avanzar para matar, comer, vivir y ser presos la de la programada obsolescencia de una creación que cuenta primaveras, para fenecer y poco más.
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