jueves, 5 de octubre de 2017
El bochorno tras las bambalinas
La verdad es riada, pero cursa sin ruido, es insultante, pero no es un insulto.
La verdad es confort, la verdad es mi ideología, es mi norte, juego con ella, juego de su parte, está en mi lado del tablero, tiene los colores de mi bando, el color de mi bandera, torres desde las que aireo en el valle, las cuentas sin cuentos.
Nada teme mi verbo rápido, nada teme al infecto, al de entrañas turbias, al del nido de víboras en la cárcel torácica.
La verdad es afilada, es cortante daga. Es estilete que desmonta, la soflama de la calle, con destrezas de cirujano.
La verdad hiere al torpe, al fariseo que en los recodos atraca al tranquilo, al tibio que ha decidido ir de perfil como modo de vida.
La verdad es caramelo de hiel, que reseca la boca del mentiroso y le hace tragar y tragar agua de azúcar, para endulzar su discurso de patrañas, su necedad, su trilera valía, su miseria moral, su raída alma.
No tiembla la voz del valeroso, que aún cubierto de inmerecidas saetas, se sabe sin tretas, ganador de la partida.
La verdad en sentido figurado, golpea la cara del doliente, del indolente cándido, del cándido que se pudre con la arraigada maldad en su pecho, que se descompone porque ha consentido defender con saña y mentira, el telón atroz que esconde el bochorno entre bambalinas.
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