Si uno elige seguir la senda del libre pensamiento, debe darse por señalado, por aislado, por marginado. Pensar en libertad margina, nos hace libre y no permite volar, pero volar solos.
La maldita filosofía, la maldita capacidad para reflexionar. Libres y malditos, libres y acosados.
El respeto no siempre depara respeto, con demasiada frecuencia depara animadversión y recelo, miedo. Miedo a la ofuscación que supone pensar, que supone el proceso de devanar el enredo del populismo, el lío de las frases de verbasco. Pensar no nos hace libres pero nos hace esclavos del orden, de la razón, de la verdad, y esa esclavitud que es la libertad de los Dioses, es la libertad de la razón que está sujeta al imperio de la ley, al imperio de unas reglas de juego comunes que impiden que se gane haciendo trampas en el tablero.
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