domingo, 17 de diciembre de 2017
Confeti pisoteado de fin de fiesta
Fragmentos de corazones pisoteados, es el confeti pegado al suelo tras el fin de fiesta. Todo lo atronador pasa, nos traspasa, nos hiere con su vertiginosidad, no hiere y despoja de la inocencia.
Aquella fiesta de vanidad, fue un devastador despertar a una madurez idealizada, que no tenía nada de ideal y sí mucho de somnolencia y resaca. Cambian los dígitos, cambiamos de días, pero no cambia la sensación de náusea ante la tragedia que es finiquitar festivamente como perdemos la candidez y la tersura, como nos ensucia el manoseo y como se esfuma la virginidad entre babas de alcohol y humo, muchos humos, sin apenas pirotecnia y con mucho melancólico chisporroteo. Fiestas de fin de año, de ligereza, de pocas burbujas y mucho frío, fiestas donde la livido está a flor de piel, y la piel se nos eriza con la proximidad de un próximo que busca como nosotros, con la misma urgencia, sentir los espasmos de unos segundos de bengala, segundos de placer de adultos, de inexpertos que se quieren hacer mayores entre toqueteos titubeantes, toqueteos sin destrezas, toqueteos imaginados y planeados mil veces, en la soledad de nuestra alcoba, visionando imágenes vulgares, imagenes de vicios extraños, que sobre todo nos generan extrañamiento y perplejidad, ante tantas contorsiones y posturas antinaturales, difíciles de imitar o poner en pie.
Fin de fiesta, fin de año, fin de fiesta de confeti pegado al suelo, de suelos ebrios, de adornos de plástico nada sobrios, barroca fiesta tras la que todo imperceptiblemente muda, cambia sutilmente a peor.
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