Se va perdiendo la batalla según se va ampliando el cerco de las batidas.
Brazos abiertos que abrazan el gélido aire.
Tengo secuestrado el corazón por la pena.
Tengo embridada la risa por la pérdida.
Me aflige una divina providencia que me prueva con un dolor que no entiendo.
Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea mi Señor.
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