Siempre nos hiere el abandono cuando no hay brisa.
Cuando es imposible ocultar que sangramos.
Cuando el circo aplaude a la titiritera foca, que hace malabares con la pelota en su hocico.
El dolor acontece con una banda sonora de risas, que opacan el nácar del llanto.
Todos es perturbación en la pena, estanque de sargazos y ondas excéntricas.
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