sábado, 30 de junio de 2018
La Casa Colorá
Las construcciones aisladas de Convites, en su parcela, mayor o menor según el gusto y posibles de la saga, no sólo tenían la casa principal, muchas de ellas contaban con construcciones anexas; como casa de guardeses, casas menos discretas para algún hijo, gallineros, establos y algunas contaban incluso naves almacen. Tenían todas su aquel, como construcciones decimonónicas que eran, pero no llegaban al ringurrango y al copete de las del Risco de Infantes, zona residencial de los hacendados y nobles de San Pablo de Veragua. Aunque el terreno elegido para construir, por los grandes apellidos, era de peor calidad por su orografía, pues era de muy acusada pendiente, sus vistas sobre la Villa, la catedral y la bahía eran imponentes. Aparte de que el Risco de Infantes y los palacetes palladianos que lo salpicaban, se podían ver desde todas partes, incluso desde Las Lomas de Convites. En las noches cerradas los palacetes de Infantes, lucían como enjambres de luciérnagas en el manto negro del Risco de solana, donde se ubicaba el barrio de veraneo de nobles.
La Casa Colorá de La Chalota o de Los Faustos, siempre estuvo pintada de rojo, de rojo inglés, con el recercado de puertas y ventanas, de cornisas y esquinas, en color albero. No se pintaba todos los años, pasaban siete e incluso más de ocho años hasta que se afrontaba el volverla a pintar. Y según se deterioraban los colores y se oxidaban los pigmentos, por la meteorización del sol y las lluvias de otoño y primavera, la casa iba virando hacia un tono uniforme y rosado. La verdad sea dicha, es que nunca había estado tan rosada como ahora, nunca La Casa Colorá se había decolorado tanto, entre el verde perenne del camino de pinos que flanqueaba la entrada.
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