jueves, 1 de noviembre de 2018
Son muchos los Santos
Bañados por el inmenso mar de los que nos precedieron, de las proezas de los Santos Ignotos.
Nunca estamos solos, siempre estamos bañador por los afectos perdidos, esos que nos esperan en el remanso de Paz que es el Cielo.
En la Tierra de sinsabores y de alegrías, nos curtimos para alcanzar la Gloria, para abrazar a la ingente humanidad que habitó estos valles antes que nosotros, energia que no se destruye, que se almacena en el descanso eterno, en la próxima morada celeste.
Nacemos con un norte, con unos días en blanco, con las horas justas, con muchos renglones torcidos, que enderezamos escribiendo recto. Vida de pruebas, donde vamos comprobando lo insignificantes que somos y el significado de nuestra insignificante. Vida de sudores, de bellezas marchitas, de fuerzas que se evaporan con el correr de los días.
Santos de virtudes sin proezas, de proezas fáciles que entrañan renuncias, Santos de altares pequeños, Santos que se han sentado con nosotros a la mesa.
Santos mío, Santos de mi sangre, Santos que construyeron para mi, esta atalaya.
Santos que habitan en el mármol y en las flores de escarcha.
La bravura domada, por mercantil labranza.
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