sábado, 5 de enero de 2019
Evitamos nombrar lo evidente
Evitamos nombrar lo evidente y entramos en el juego de las mentiras correctas.
Elidimos por ultracorrección y silenciamos la verdad.
Vocablos vacíos que nos llevan a la vacuidad, a la desleida dialéctica de los pusilánimes.
Existimos en la rotundidad, en el golpe del vocablo perfecto, en la precisión de la palabra precisa.
Nos perdemos si recurrimos a subterfugio de tibio, al término blando que impreciso define.
Vivimos tiempos de laberintos dialécticos que esconden la realidad.
Tiempos incorrectos de indefinición, de almibaradas frases que quieren criticar y suenan a alabanza.
Tiempos de afeites y irisados contornos, que desdibujan los bordes del filo de la reflexión certera.
Tiempos de intencionados desatinos, que buscando no herir, hieren de muerte la certeza.
Evitamos la angulosa verdad, redondeando sus bordes.
Tiempo de relamidos, de lechuguinos y necios.
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