lunes, 20 de enero de 2020
Tal vez fracase
"Tal vez fracase, pero será fructífero el fracaso."
Sembrar no lleva aparejado recoger frutos y hay frutos que recogemos y que ni siquiera los hemos sembrado.
Esa era la peor parte de su tesón, encajar las derrotas, revertir el resultado y argumentar una estrategia de satisfacción, tras el traspié. El carro de la fortuna, es así de caprichoso, unas veces brinda éxitos y otras veces estrepitosas claudicaciones, porque, lo que es perder, nunca está nada totalmente perdido, si uno decide seguir insistiendo.
El celibato, es una opción de vida, que evita la dispersión, pero a la vez elimina el primer estímulo del hombre, legar y perpetuar su estirpe. Soltero, uno se entretiene en otras cosas, concentra sus fuerzas en metas menos terrenas, uno puede divagar y ser abogado de pleitos pobres.
Las causas nobles de Eliseo, hubieran sido impensables, si hubiese estado casado.
Nadie le respondía, nadie le menguaba, a nadie se debía, y debido a todo eso, a lo que le placia se entregaba.
El fracaso sólo es soportable, si a tu lado no hay quien constantemente, con él, te machaca.
Es agotador ser fuerte, y ser justo, lo es más aún, si pierdes empresas. Eliseo, soportaba su cruzada contra lo injusto, gracias a su soledad y autosuficiencia.
Vida ascética y frugal, de metas muy altas y nada entendidas por la masa ingente de indolentes y expectantes.
Así, sus días se fueron tornando huraños, su pasión por la justicia le fue alejando del mundo y fue de este modo, alejándose del objeto de sus causas, el pueblo.
Sus cavilaciones, no eran nada entendidas, y rodeadas de tantos traspiés y zancadillas por parte de sus adversarios, que su imagen se volvió estrafalaria y para el grueso de los rústicos, incluso cómica.
Eliseo, cayó en desgracia, como tantas almas buenas, que de batallar se aíslan, porque nadie entiende sus abnegadas causas.
El pequeño David, se fue empequeñeciendo, no en empeño, sino en fama, y sus metas se fueron alambicando con tanta derrota, y Goliat, venció a su tesón y convenció al vulgo, que aún sometido por despotismo, adulaba a su opresor, y se reía del visionario, que malgastó sus días peleando la incomprendida verdad.
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