La muerte me produce angustia, el dolor del punto sin retorno, de saber que nunca más volveré a sentir el dulce aliento de la vida que se ha extinguido. Es una proeza levantarse cada mañana y abrazar el olvido, deambular por los senderos comunes, que ya no tienen sus huellas.
La muerte es una gélida piedra, que se ha instalado en mi pecho.
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