No se cansa mi mano de escribir disparates.
No se cansa mi cabeza de bullir.
Algarabía y disputa de pensamientos dispares, que pugnan por salir.
Me rige el automatismo.
La jerarquía del río, que primero lame arena.
La del torrente, que hace romas las espadas.
La de la lluvia, que lava el polvo de las briznas y les retorna su esplendor.
Agua, que se escapa de mis manos y hiela mis pies.
Pantano profundo donde sumerjo desgracias.
Escondidas a los ojos del que se alegra de mis caídas.
Escondidas bajo la calma de un agua sin oleaje.
Espejo, que repite gestos, que plagia ademanes, que se ríe del que se mira en él.
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