Su preferido no era aquel color, ni mucho menos, le sentaba endiabladamente mal. Si hubiera sido gris; gris plomo, perla, pizarra, todos los grises, hasta llegar al negro, le sentaban bien.
Era la necesidad, la que la forzaba a abrazar aquel color, aquel horrible color. Ni los dorados botones estaban bien, todo el conjunto era tan pretencioso. No podía entender que tras aquel sastre, hubiera un prestigioso diseñador ¿Pero que tenía en la cabeza ese día para haber confeccionado algo así? Era tan paleto que no se veía con fuerzas, para soportarlo todas las horas de vuelo que trabajaría con él.
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