Las partidas sentencian olvidos.
Se descorre el telón de la ruina.
Y el dulzor comienza a empalagar recuerdos.
Es así como las manecillas del tiempo.
Tejen la cárcel de los edulcorados y purgados recuerdos.
Y con la galana y nacarada coraza, encaramos el futuro.
Cristo, habita entre tinieblas, en las tinieblas de mi pecho.
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