Sólo si derribo la vieja torre, la puedo reemplazar por una nueva.
Bellos alfiles, que a mis órdenes, reducirán a cenizas el viejo alcázar.
Bellos peones, que para complacer mis deseos, el fuego no apagarán.
Sólo, si un cataclismo me libera de esta cárcel, podré ser libre.
Tiemblo presintiendo el terremoto, tiemblo y ansío, que sus ocho grados asolen la tibieza.
Seísmos que abrirán mil vanos, en el pétreo muro de mi añosa soledad.
Cárcel de oro, cárcel en la que no siento ningún placer, luciendo los trofeos de mis alhajas.
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