La rebeldía. es un encabritado mar,
no es calma lo que subyace tras la creatividad
y ese afán por ir contra la imperante corriente.
Es tan grande el miedo a ser corriente,
que con demasiada frecuencia atenaza.
La rebeldía no es un estado perenne,
La rebeldía no es un estado perenne,
uno necesita descansar
y en ese descanso
uno se deja llevar
por el cauce de la convención.
Los afectos nos ahorman
y son ellos, los que más nos amputan las alas,
volar es una proeza
y es imposible volar
sin aborrecer.
Para crear, uno tiene que morder salvajemente
la mano que lo doma, amansa y acaricia.
Siempre son necesarias las pastillas,
muletas que nada demandan,
que van de nuestra mano a la boca
y vuelven de la cabeza a la mano,
tras apaciguar la destructiva furia.
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