Amputa la pereza,
el ingenio de los volátiles segundo,
la chispa que prende el cañaveral de la molicie.
De nada ya soy rey,
de nada soy ya dueño,
porque preso en este encierro,
ya no suspiro en verso.
Me susurra al oído la Parca, canciones de cuna,
me pierde en el bosque de mi infancia,
me aturde con los chismes de las grajas.
Orejas de asno tengo, orejas sin discernimiento.
Que desbravado estoy en este cubil de invierno.
Príncipe de las veletas, mecido por este impertinente viento.
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