que lame inclemente,
el borde abrupto
de mis defensas.
La lluvia,
que mengua la claridad de mis días.
Fenecen las hojas,
las horas y los brillos.
Fenece el ámbar,
la miel y el brío.
Es frío este amanecer
de pertinaz llovizna.
No tengo corcel,
no tengo bridas.
Y lento y descalzo
camino por la descarnada vereda
del otoño de mis nublados y anegados días.
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