Ya no reinan las nieblas en el valle, ya sólo reina el frío, escarcha que entumece las palabras y que nos fuerza al encierro.
Con las puertas cerradas, embozados y con la sensibilidad de nuestras yemas resguardadas por la protectora la lana tejida en oriente, porque aquí ya nadie trabaja, ni teje, afrontamos el olvido.
Ese es el olvido, dejar las faenas que nos hacían pueblo, patria, rincón con acervo. Ese es el olvido, cerrar las puertas al frío y rendir las fronteras de la patria.
El Niño Dios, trajo el frío, trajo la helada, trajo el viento que congela las lagrimas, impidiéndolas rodar y perturbando con sus finos y acerados cristales la claridad de nuestra mirada. Ciegos regidos por tuertos. Aurora de modorra, de desidia, de voluntades rendidas, perdidas, compradas, subsidiadas.
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