buscando tormentas,
naufragios,
incendios.
Fuerzo estados de ánimo,
me desordeno,
buscando romperme
en mil pedazos,
para recomponerme
bajo una nueva forma,
intentando mudar
un ser que se ahorma
a cualquier coraza.
Me impregno
de los olores de otros,
me impregno,
pero nunca lo suficiente.
Nada mancha,
ni opaca
mi anacarado oriente.
Busco traspasarme
con la espada de la locura
y enredo con los cortantes filos
de mil cristales.
Me desangro,
más no muero,
y los nuevos soles
reclaman su sacrificio,
y yo, obediente devoto,
me inmolo en el altar
de los lupanares.
Prohibidos placeres,
que me acarcaban
y descarnan.
Huyo de mi, y nunca consigo dejarme atrás,
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