o quizás fue mi forma distinta
la que cavó el foso.
Lo cavaron mis manos soberbias,
mi síndrome de autosuficiencia.
Ya es tarde para eliminar
ese maldito perímetro de protección
que me hace ser inabordable.
Lloro cada amanecer,
lloro cada anochecer,
lloro en las tardes,
en las horas de sol,
en los ventosos mediodías,
en las horas crepusculares de ligera niebla,
lloro y llorar no me redime,
y llorar anega más aún el oscuro y profundo foso,
que es mi protección y mi cárcel.
Ríndete... buenísimo poema!
ResponderEliminarGracias.
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