Jalea la calle, la falta de destreza, la falsa pena de la malvada coja, esa envidiosa que arrastra su lisiada pata, el zapato horrible que enfunda su muñón, la tara que no mengua la destreza zahína de su bífida lengua.
Mundo de memos que rebosan ponzoña y zahieren corniveletos al níveo, que erguido y sin dobleces, por el centro de la calle pasea.
Microcosmo de ciegos que viven odiando, ansiando ser tuertos, alcanzar a ver, si quiera la luz que se cuela por las rendijas de su jerarquía de mediocridad.
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