De pringosa manteca es tu amor, ese cacareo cansino y pedigüeño, que exige palabras preñadas de vacuidad, palabras que distraigan del vulgar norte, niebla para ocultar la ramplona debilidad de tu confianza. El sexo no es amor, quien ama de verdad no exige permanentemente sexo. El amor no es deseo, y menos aún obsesionarse con ser deseado.
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