se vuelven locas
y dan alaridos
de destrozadas zorras.
No temo a la maldad,
ni a sus tretas corniveletas.
No está la gloria
en el forraje del asno.
No está mi dicha en permitir
que me doblegue el manso.
En las noches de luna
me protegen mis torres.
En los días nublados
mis fieles caballos.
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