por los tropiezos,
por los caídos,
por los parajes
donde deambulan los heridos
en las contiendas del amor.
Bares oscuros
de remostosos mostradores,
de olores agrios,
de veladores de mármol
donde se posan las miradas perdidas
de las estrellas de ayer.
Siento un amor desmedido
por los atribulados,
por sus historias en bucle,
donde la verdad está imbricada con la ficción.
Siento debilidad
por los surcos de la tristeza,
por el cauce de las lagrimas,
de los marginales Apolos
y las teatrales Ifrigenias.
Siento que yo,
también soy una sacerdotisa
de uno de esos templos
donde los despojados
se inmolan día tras día,
libando alcohol.
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