Decirte, que te quiero, es tirar por tierra todas mis defensas, rendirme sin condiciones, derribar la muralla de mis cautelas y abocarme a tu santa voluntad. Voluntad a la que sin articular palabra, ya estoy rendido. Amarte es una batalla perdida aunque finja que no la he perdido mordiéndome la lengua y crea que estoy acastillado porque nunca te diga, que te amo.
Soy tu peón, soy tu alfil, soy tu torre, y sé que nunca seré tu Rey.
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