Mar de los sargazos
En los brazos del amado, siempre es dulce el descanso, y uno en esa calidez y calidad de afectos se repone de las batallas, de los desaires, de las estratagemas de los liantes, de los que te venden por unas migajas de protagonismo. En los brazos del amado, en su dulce descanso y en su seguridad, en su vigilia de besos, uno siempre se reconforta y se siente a salvo de la intemperie hostil del mar de los sargazos.
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