de espantosos asesinatos, que al ver mis ojos, por empatía, también lloran sangre. Gran zorra, degolladora de corderos místicos y desplumadora de pavos reales. Yo no olvido tus carencias y hasta que me extinga las proclamare, desde mi torre, la alta torre, la que tu no desmochaste. Hieden tus fistulas a alma negra, buitre insaciable y destallado en el que nada luce. Tu alma ciénaga, alcántara máxima, te delata, no pueden los afeites, que te aplicas en la viciada alcoba con tu supurar, con el denso sudor de tus envidiosas y atormentadas entrañas, vísceras de bilis, de escuerzo hipertóxico, vientre hipervisitado en estancias sin luz, degradación de tufos que en tu afán tildante te atreves a tipificar, como ajeno a tus podridas entrañas.
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