sábado, 2 de febrero de 2013

Berilo

Inmortales corceles de oxidiana me llevarán al valle de los cedros de berilo.
Mancharé con ceniza mi cabeza, presuroso gesto de polvo.
Sano juicio que encargas tu trabajo al mar de los sollozos.
Llegaré hasta el suicidio.
En el ornado lecho, tálamo de mi último goce, el más efímero.
Solo, con la seguridad del abrazo de la más que segura muerte.
Bravo sentimentalismo que tras la magnánima brutalidad para siempre se va.
¿Hombre de anchas espaldas podrás cargar con todo.?
Beligerante contrariedad, son las razones legitimas las que posibilitan y me azuzan a batirme en el último espasmo.
Sera mi premonición, entre nosotros ya no hay un istmo, existe un abismo.
Lavarás mi cadáver, lo ungirás y me volverás a colocar en el lecho.
Y me llorarás con la tranquilidad de que tras mi último sueño, cubierto por el negro velo ya nada de ti para mi vendrá.
Amor insensato que vinculas existencias a sabiendas de la nula conveniencia.


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