En el jardín de las araucarias.
En el umbral de la pobreza.
Recitando las palabras prohibidas.
Esas que algunos intentan quebrar.
Desvelaré las huellas de tus crímenes.
A la vez que leo tus labios, sin escuchar el ruido.
Único modo de saber lo que piensas, en la vorágine de propaganda.
No se donde nací, solo se que me dijeron que nací allí.
Creer o solo constatar.
Estoy confuso en esta vereda de muecas de farsante.
Parezco cansado, pero no estoy cansado, es asco ante tu nefandad.
Tu y tus milicias de estorbos, solo deseáis perpetuar el estado de parásitos que lideráis.
Invisible credibilidad asediada por las mil ordas.
Prometo que sin desfallecer resucitaré palabras de fe.
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