En las zafias está tan arraigada la costumbre de hacer daño, que es lo único que saben hacer.
¿Qué puede legar al mundo el vulgar?
Es obvio, zafia vulgaridad.
Enredado en el denso zarzal de las zamarras, de los tarascones, de los monstruos sarasas, que esputan en sus crisis de asma purulentas babas de inquina.
Que contexto tan atroz el escenario de mis días.
Marcharé al fin del mundo donde los orondos seres no me seguirán.
Allí no llegarán, por que nada allí poseen y porque es un camino de cuestas, de esfuerzo y de elevados principios morales.
Nada temo en la cumbre, en la que el nocivo bicho no tiene hueco, ni eslabón en la cadena trófica.
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