Os mido en la capacidad que tenéis para cerrar los ojos, para permanecer ajenos al dolor, a la injusticia, al desorden que supone jalear con la no reprobación la barbarie del cruel.
Loa asesinos de ángeles existen.
Los ángeles sufren y en vosotros y en vuestra facilidad para el desdén no encuentran ni apoyo no consuelo.
Somos en el cosmos una partícula engreída y soberbia.
El devenir, esta indolencia nos la devolverá.
Ya no creo en nadie, ya no creo casi no en mi, ni en mi capacidad para predicar en el desierto.
Me duelen los ojos de llorar agravios.
Me duele el corazón por no poder empuñar un hiero y matar a hiero al que a hierro mata.
Crisis ética, moral, de conciencia, de empatía, de caridad, de amor a un mundo en armonía, donde todos seamos iguales, y el humano ocupe su sito, la última fila por monstruo retorcido que ha segado sin necesidad mil vidas.
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