El dolor del visionario.
El estrepitoso tropiezo.
El torturador grillete.
La lapidaria frase, demoledora, tildante, llagante y engangrenadora.
Losa de anuladoras proporciones, sin nombre, ni señal que permita localizar al sepultado vivo.
Mis carceleras son las mostrencas a las que desde la mamarracha ramplonería creéis.
La lógica aplastante de lo vulgar.
El gimiqueo del zafio.
Ruido de mondongas que se tiran de los pelos en el hueco de escaleras.
Y los próceres de la patria, los que viven hoy el futuro, bajo losas de desafección.
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