Haré todo el ruido que me permita mi garganta.
Pero sin desfallecer, están a mi cuidado cinco ángeles y no los puedo abandonar.
Laberinto de puertas, de estancias, de escaleras por las que trepan zorras, amenazantes zorras.
Haré ruido e incitaré al ruido, huida de ruido con el calor de mis ángeles.
No puedo diluirme en el gélido estanque de la normalidad, donde se bañan las necias y su prole.
No puedo ser quien no soy para contentar el vulgar colindante.
Ese vulgar que en mi diferencia ve amenaza.
Esa amenaza, que me lanza demoledora, erosiva y caustica.
Morir no es vencer y por ellos venceré.
Ruido en las salas encopetadas de los burócratas, perdidos en tanto medrar, perdidos en el sectario interés, en los intereses del capital.
Ruido, ruido, hay tanto ruido entorno a mi que no oigo el reconfortante ladrido de mis ángeles.
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