En las lluvias y neblinas plomizas, retumban lentas las campanas de muertos.
Morir en el frío invierno, en el interminable llanto celeste.
Orines de postrimerías que todo lo anegan.
Huele el aire a leña para sacar la humedad de las casas.
Huele a despoblación el pueblo.
Corren veloces los ríos de las calles.
Los segundos de luz se escapan cortos, sin ser saboreados.
Clama la tormenta, la ausencia y claman los perros que quedan huérfanos, sin que nadie los ampare.
Se nos mojará el corazón, se nos mojará la cabeza, por el camino de los panteones del verdín, del musgo, del liquen.
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