En la estancia de las toscas y enyesadas paredes.
Parco espacio para escudriñar últimas voluntades.
Manos que denotan altura de príncipe.
Príncipe que se despide como un simple mortal.
Leeré las palabras que no grito su garganta.
El forcejeo de quien no ha nacido para resistir.
Bellos bucles de oro que desmadejo la postrimera hora.
Azul opal que disfraza desdichas.
Hay tormentas que asolan palacios.
Hay palacios que no protegen de las tormentas.
Intrigas que fuerzan a la propia mano, a hacer lo que la mano cobarde incita.
Sin huellas del crimen.
Solo la dulce huella de la elegida entrega.
Manos de príncipe, que al príncipe ahogan.
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