Con los pies muy frío, encharcados, sintiendo el barro del suelo.
Entre las vacas, que ignoran que tanta comida hoy es por que mañana van a morir.
Como una cabra las persigo, saltando tapias resbaladizas de terciopelo verde de invierno.
Las empujo a la plaza donde esta su encierro y los manjares.
Engañadas en el instinto para en un instante cautivas ir al matadero.
Perderán de vista el valle de los centenarios robles que planto mi bisabuelo Benigno.
Y sentiré un día más la pena y el dolor de este roturador mundo, que para subsistir devora tanta belleza.
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