Tu confrontación me fortalece.
Regaré con la sangre del mártir la montaña de mis muertos.
Mortero de cal sobre el que cimentaré mi templo.
Mi Dios no se mengua en el desprecio.
El ante el asalto del zaino endurece los muros de su casa.
Ciudadela de amor a salvo de las manos del sucio.
A salvo del que construye su existencia en la negación de mi Dios.
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