Siento plúmbeas las manos.
Atadas por mi conciencia.
He mamado no matar.
He mamado no robar.
He mamado construir.
Pesa demasiado el recuerdo de azabache.
La letanía de oro.
El jaspe y el berilo de la oración de las noches.
Sobre mi cabeza un purgatorio lleno de almas.
Y yo tras contarlas.
Pedía individualmente por cada una de ellas.
De nada me arrepiento y todo lo que he mamado encumbro.
Mi moral ata mis manos para el delito.
Pero desata todo mi ser para dar amor.
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