Me tiemblan las manos ante la soledad que viene.
Ante el repicar constante de las campanadas de perdidas.
Ante este invierno demográfico.
Ante la pobreza intelectual de los electos.
Ante la tortura que se avecina, con los que los pronósticos dicen que van a venir.
Sin pulso se mueren las rosas heladas en el desatendido jardín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario