Se satura el iris de cenizas.
Polvo torpedeado por la saña.
La hiedra herida ya no abraza las altas tapias.
Vergeles que han sucumbido a la contienda.
Y los bravucones gigantes de los eucaliptos.
Mueren a manos de las motosierras.
Monte cerrado que en la flama se ha abierto.
Abierto en canal para que escudriñemos.
La escarpada orografía de este escudo de enormes pedreras.
Geografía del fuego que salva y condena.
Caprichosamente o bajo las ordenes del que salva sus caprichos.
A vuelo de pájaro todo se sabe.
Todo se ve.
Es tan indiscreto el aire,
Sin trinos está la sierra y los gobernantes de las cenizas urden el unte.
Grasa que engrasará la red clientelar.
Que adormecerá en un nuevo letargo a la clientela.
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