Tildados por la criminalidad ordinaria.
Arribáis a los ideales malditos.
Os encomendáis a un Dios iracundo.
Os rendís a la fiebre del odio.
A la calentura que inflama la necedad en vuestras sienes.
Buscáis sitio para un mundo injusto.
Abrís paso a los amputadores de manos.
A los totalitarios que fusilan corceles.
No tenéis pudor y sois los primeros en coger las asesinas piedras.
Os mofáis del mundo que os salva.
Arrasáis el paraíso para extender el confín del infierno.
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