La inocencia es un estado primigenio, es el estado de la víctima de la vorágine que es la crueldad de vivir en este mundo deshumanizado, de convivir con la envidia que siente el sobrepasado por la candidez del ser puro.
Hay Herodes, en todas las etapas de la historia. Hay Herodes, incluso hoy. Asesinos de candidez, asesinos que matar por temor, por el miedo que tienen a ser desbancados, derrotados por la pureza del ingenuo, por la pureza de la mirada sin niebla, por la límpida y celestial mirada del que es impermeable a las manchas del interés, a la mácula de la vulgaridad del interés. Ángeles desinteresados, que no tienen ni orillas, ni dobleces, que sólo tienen nivea inocencia y purísima claridad.
Sólo se pintar inocentes, sólo se pintar pureza y virginidad.
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